top of page
Foto del escritoragencia ultimahora

Rusia y Ucrania: La guerra no es solución



“La elección de las armas (…) por una parte, y a las represalias, por la otra, la humillación del adversario y la propaganda que impulsa al odio, no llevan a ninguna parte. Sólo el respeto de las legítimas aspiraciones de unos y de otros, la vuelta a la mesa de negociaciones y el compromiso concreto de la comunidad internacional pueden llevar a un inicio de solución. La paz auténtica y duradera no puede reducirse a un simple equilibrio entre las fuerzas contrapuestas; es, sobre todo, fruto de una acción moral y jurídica”. (Juan Pablo II, 2004, sobre los enfrentamientos y la guerra).

Rusia por el este, la Unión Europea a oeste, y en medio, Ucrania, un país inmerso desde hace ocho años en un duro conflicto al este de su territorio. Con un sinfín de tensos antecedentes y una cronología bastante complicada, llegamos al mismo desenlace: una guerra que no solo afecta a estos dos protagonistas, sino que tiene un gran impacto y ramificaciones geopolíticas más allá de sus fronteras.


Para entender el contexto que enmarca este conflicto entre Ucrania y Rusia tenemos que repasar la historia, viajar incluso siglos atrás y eso es lo que haremos para refrescar la memoria e intentar comprender. Entre los siglos IX y XIII, la actual Ucrania formó parte de la llamada Rus de Kiev, una enorme y poderosa federación de tribus eslavas que se extendía desde el Mar Báltico en el norte hasta el Mar Negro en el sur. Desde entonces, vamos a hablar de un territorio disputado y repartido a lo largo de su historia hasta que finalmente con la repartición de territorios durante la Segunda Guerra Mundial, esta zona pasó a formar parte de la República Socialista Soviética de Ucrania, la cual no incluía, en un principio, la península de Crimea, una estratégica región situada al norte del Mar Negro; sin embargo, en 1954, el entonces líder de la Unión Soviética, Nikita Jrushchov, aceptó que Crimea pasara de manos rusas a ucranianas, eso sí, siempre bajo el manto común soviético.


Ahora, recordemos también que en 1991 se produce el colapso de la Unión Soviética, Ucrania se consolida como país independiente y mantiene una buena sintonía inicial con Rusia, que había sido la república soviética más grande e influyente. No obstante, más tarde, Ucrania fue teniendo un acercamiento con Occidente, hasta el punto de elaborarse en 2012, un Acuerdo de Asociación entre Ucrania y la Unión Europea, algo que incomodó a Rusia, que ejerció presión al punto de que cuando ya estaba todo listo para la firma en noviembre de 2013, el entonces presidente ucraniano, Viktor Yanukovich suspendió el acuerdo. Esta repentina decisión provocó que cientos de miles de personas se agolparan en la Plaza de la Independencia de Kiev pidiendo que se retomara el diálogo con la Unión Europea. Comenzaba así el llamado Euromaidán, una serie de protestas y disturbios de índole europeísta y nacionalista, aunque con apoyo también de sectores ultraderechistas, que se extendieron por gran parte del país durante varios meses, y terminaron con más de 100 muertos y continuaron hasta que el 22 de febrero de 2014, Yanukovich huyó de Ucrania.


“El regreso de Crimea”: Un poco menos de 2 meses después, el 16 de marzo, se celebra un referéndum en Crimea, en el que vence la anexión a Rusia con más del 97% de los votos y un par días después, Putin firma la incorporación de la península ucraniana a su territorio, que la comunidad internacional no reconoce. Con este acontecimiento se marcó un punto crítico de las relaciones entre Rusia y Occidente, se expulsó a Rusia del G-8, el grupo de países más industrializados del mundo y la Unión Europea reaccionó a la anexión de Crimea sancionando a Rusia.


Por supuesto, en medio de toda esta historia siempre están los intereses de cada nación, no hay un bueno ni un malo, aunque por ahí a alguno se le intente pintar como el villano, la verdad es que aquí eso no existe.


A partir de aquí la historia se pone mucho más tensa, y en los meses siguientes el conflicto empieza a empeorar. Entre abril y mayo del 2014, los sucesos con Crimea se reproducen en la región ucraniana de Donbás, y los grupos separatistas de Donetsk y Lugansk se autoproclaman “repúblicas populares”, independientes y reclaman integrarse en Rusia. Es así como el este de Ucrania se convierte en el escenario de la última guerra de Europa entre los separatistas prorrusos, con apoyo político y militar de Moscú, y el Ejército ucraniano.


El dialogo parece ya no estar funcionando y actualmente ni siquiera parece ser una opción. Negociaciones de paz, como el Protocolo de Minsk o el acuerdo de Minsk II, han intentado sin éxito alcanzar un alto el fuego. Ucrania, Rusia, Alemania, Francia, representantes de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa y representantes de las llamadas Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk han participado de estas conversaciones, pero el conflicto sigue asolando al este de Ucrania y dejando miles de víctimas.


Naciones Unidas advirtió de los crímenes de guerra que han sucedido desde el 2014 en esta región, así como del “alarmante deterioro” de los derechos humanos y ni hablar de las incontables vidas perdidas en medio de este terrible enfrentamiento. Eso sí, no sobra mencionar a terceros que intentan entrar a “dar la mano”, pero ahora tan solo intentemos entender bien el panorama de dos países que tienen a su población dividida con sus propias posturas.


“Los recientes movimientos despiertan el fantasma de la Guerra Fría”, se lee en el diario El País. El trasfondo de esta crisis es la negativa rusa para aceptar el acercamiento de la OTAN y de la Unión Europea a la antigua república soviética, a la que Moscú considera parte de su identidad y de su espacio de influencia, y cuyo control juzga vital para su seguridad. Putin cree que ambos países conforman “un solo pueblo”.


Debido a que somos meros espectadores, algunos se atreverán quizá a tomar una posición, y hay que tener cuidado porque a veces los intereses hablan primero, lo cual es algo que hemos podido ver bastante, no obstante, hay algo que podemos hacer y es: expresar una opinió; si puede haber algo en lo que estamos de acuerdo es que una guerra no es la solución y permitir que se sigan perdiendo vidas inocentes no debería ser ni siquiera una opción.


Esta es una historia que implica dos países, sí; sin embargo, tiene un impacto en todo el mundo, la historia nos ha enseñado mucho y quien la desconoce está condenado a repetir los mismos errores. Despertar al fantasma de la guerra no es la solución.


Somos meros espectadores, ¿tomar una posición? Solo algunos quizá se atreverán. Si la tomo, mi posición y mis intereses serían todo excepto una guerra porque sé que esa no es la solución.



Agencia de noticias - Ultima hora


21 visualizaciones0 comentarios

댓글


bottom of page