top of page
Foto del escritoragencia ultimahora

Columna: Cuando un hijo se convierte en padre

Actualizado: 20 ene 2021



Este mes es muy especial para mí y para muchos de ustedes. Hoy a muerto ‘Pelusa’ Diego Armando Maradona, el 10 de las canchas argentinas. También es importante pues ayer, sábado 28 de noviembre, fue el cumpleaños de mi padre. Ya murió hace 10 años. Pero para mí, él siempre ha seguido a mi lado. Como te has podido dar cuenta. Esta publicación no se trata del 10 de la cancha, sino del 10 en mi vida, de mi columna vertebral. Por ello he decidido compartirles el poema que le escribí, cuya única reproducción se encuentra junto a su cuerpo bajo tierra. El poema titulado: Mi padre, mi espejo”.


De niño te llamaba de prisa, porque temía que me dejarías; no sé el porqué de esa sensación, pero eso era lo que sentía. De niño lloraba cuando estabas lejos, y no demoraba para al menos por teléfono decirte desde Jaén: “Ya te quiero ver papito”.


Caminaba siempre por el mercado que teníamos que atravesar todos los días para llegar a tu trabajo, tú me sostenías muy fuerte la mano, y de todos los roces de la gente me cuidabas. Tú siempre ibas adelante tratando de proteger mis pasos futuros. Recuerdo que yo te veía las huellas que en la tierra dejabas, y hasta el caminar te copiaba. Lo recuerdo muy bien.


Ahora caminaré por ese mercado, y no te tendré para que me agarres fuerte de la mano, trataré de buscar tus huellas, y solo veré tierra, miraré por primera vez, mientras cruzo aquel mercado, hacia atrás, miraré a todos lados, y entre la muchedumbre y las voces sordas de la gente, no te hallaré. Llegaré al lugar donde fue tu trabajo, a la Botica Oblitas, porque siempre tú me decías: “Si te pierdes, no te asustes y vas a la botica, ahí nos encontraremos”. Seguro que esa vez correré hacia la botica, y no encontraré ni la botica ni a mi viejo.


Si hay algo que siempre recodaré de ti, son los castigos que nos propinaste a mi hermano y a mí. Siempre me he considerado afortunado de haber sido castigado por ti, pues para los que no lo saben, toda travesura era sancionada, luego del castigo tradicional, con una hora de clase de filosofía, y de búsqueda de la verdad en la vida humana. Recuerdo que tanto era el interés que tenía a lo que decías, que hasta siendo castigado, te preguntaba sobre qué es el ser, tú hablabas de un tal Jean Paul Sartré, y como yo aún era un niño, no sabía de quién me hablabas, pero luego en mis clases de universidad, escuche pronunciar ese nombre, y con ternura me acordaba de ti.


Eras un padre muy recto, el más honrado que he conocido, tú me enseñaste los principios y los valores con los que Dios quiere que arbitremos nuestra vida. La gente te admiraba, pero no por tus riquezas, no por tus conocimientos, jamás por tus muchos títulos, ni por las universidades en las que estudiaste, te admiraban porque eras humilde. Pueden creer que yo siendo su hijo, me vine a enterar, por mi curiosidad característica, que mi padre estudió en España, donde fue becado, en la Escuela de las Américas, En la San Martín; viajaste por medio mundo, y fiel a tus principios regresaste por tu patria, y porque sabías que había mucho que hacer por el Perú. Ahora con mucha ternura te digo, que yo llevaré la posta de siempre vivir de forma correcta, colocando a Dios ante todas las cosas vanas del mundo.

La gente debe saber que tú y yo fuimos los amigos más raros que han existido, nos peleábamos en la mesa, porque no concertábamos en puntos filosóficos ni en política, y recuerdo la voz de mi madre y de mis hermanos diciendo: “Ya empezaron estos locos”. Fuiste siempre muy celoso de tus cosas, y no era avaricia, sino que demostrabas que lo que vale cuesta. ¿Conmigo fue la excepción verdad, padre? Siempre tenías tiempo para aconsejarme, para abrazarme, de igual forma yo para besarte la ‘frentecita’.


Quiero compartir este testimonio con todos ustedes familia y amigos. Pedí a Dios que permitiera tener a mi padre con vida para que me vea graduarme, para que me vea titularme, para que me escuche decirle, es solo para ti papá. Dios me ha llenado de la más grande dicha pues te tuve con vida. Papá, papito, papi, te amo.


Describir mi dolor, es difícil, pero diré solo que, si he llegado hasta estas alturas de mis palabras, lo he hecho arrastrando mi lengua sobre púas sin quebrar en llanto. Ahora mi madre, mi hermana, mi hermano y yo sentimos que un rayo nos raja la testa, porque mi padre el más inteligente, el más fuerte, el mejor de todos, está lejos de nosotros, junto al Señor.


Cuando era niño deseaba crecer de una vez, deseaba salir de casa, conocer el mundo, alejarme de ti papito, pero si Dios me concedería un deseo, ese sería: “No me dejes crecer, porque siempre querré a mi lado a mi papá”.


Querido padre, papá, papi, descansa en paz, ve con tu gran amor: El Señor. Yo tu “Yoncho” que también llevo uno de tus tres nombres, me sentiré muy orgulloso de decir a mis hijos que tú fuiste mi papá, mi maestro, mi compañero de debate, mi amigo, mi tesoro. Tus hijos y tu esposa, te queremos papito. Duerme mi amor. Pedacito de cielo, que ni la muerte nos podrá arrebatar.


He cumplido en vida con colmar las expectativas de mi padre. Sin embargo, tengo que aceptar cuanta falta me hace. Por eso, si lo tienes cuídalo y ámalo, pues si no es ahora, mañana querrás voltear y decir, así como cuando aprendiste a montar la bicicleta: “Mira papá…lo logré”, ahora, así como yo, voltearé y diré: “Mira papá como me he convertido en padre”, lastimosamente voltearé y él ya no estará. Pues así ocurre cuando un hijo se convierte en padre.

5 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo

Comments


bottom of page