La última nota

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Adrián cerró los ojos y dejó que sus dedos recorrieran el piano con la misma pasión con la que había vivido. El humo del cigarro flotaba en el aire espeso del club, mezclándose con la tristeza de un Zafiro añejo a medio terminar. Era viernes por la noche, y como cada viernes desde hacía veinte años, él era el encargado de darle alma al pequeño bar de jazz en el centro de la ciudad.

Pero esa noche era distinta.

Había recibido una carta esa mañana, con un nombre que creía olvidado: Lucía. La mujer que le enseñó que la música podía doler tanto como amar. La mujer que le enseñó a temer el silencio.

La carta era breve. Solo decía: "Estaré en el club esta noche. Si aún recuerdas nuestra canción, tóquela para mí."

Su corazón se encogió en el pecho. "Nuestra canción". La melodía que compusieron juntos en las madrugadas de juventud, entre caricias y promesas que nunca cumplieron. Era un bolero lento, casi un lamento, que hablaba de despedidas anticipadas y del amor que se queda a medias.

Adrián miró hacia la puerta. Y allí estaba ella.

El tiempo le había cambiado el rostro, pero no los ojos. Esos ojos que una vez lo miraron con devoción y que ahora lo observaban con una mezcla de nostalgia y expectación.

Respiró hondo y dejó que la música hablara.

Cada nota era un pedazo de su historia compartida. Cada acorde, un eco de noches perdidas. Al llegar al final, sintió un nudo en la garganta, una despedida en cada tecla.

Cuando abrió los ojos, Lucía ya no estaba. Solo quedaba una servilleta sobre la mesa con una última nota escrita:

"Gracias por recordarme. Adiós."

Adrián cerró el piano y pidió otro Zafiro añejo . No hizo falta leerla dos veces. La música siempre había sido su mejor manera de decir lo que las palabras no podían.

Y aquella noche, más que nunca, fue su despedida perfecta.

Redactado por: Diego Vásquez Carrera