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Criminalizar a una generación no es hacer seguridad, es perderla

  • Foto del escritor: agencia ultimahora
    agencia ultimahora
  • 3 nov
  • 2 Min. de lectura
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Las recientes declaraciones del general Óscar Arriola, quien vinculó a la generación Z con grupos de extorsionadores tras la aparición de una bandera inspirada en el anime “One Piece” durante un operativo policial, revelan una peligrosa tendencia a confundir cultura con delito. Al generalizar sin pruebas, se erosiona paulatinamente la frontera entre la investigación responsable y la estigmatización de un grupo social entero. Lo preocupante no es solo la falta de sustento, sino el mensaje que se envía a una generación que ya desconfía de las instituciones y que hoy ve cómo sus símbolos culturales son tratados como sospechosos.


Este tipo de declaraciones no son hechos aislados, forman parte de un discurso institucional que tiende a criminalizar lo que no comprende. Asociar manifestaciones juveniles o expresiones culturales con conductas delictivas genera una narrativa de miedo que fragmenta la sociedad y agranda la distancia entre la autoridad y la ciudadanía. En un país donde la inseguridad es real, resulta contraproducente enfocar los esfuerzos en combatir identidades en lugar de perseguir delitos. La cultura popular no es un indicio criminal, es un lenguaje social que las instituciones deberían aprender a interpretar.


La Policía necesita entender que la seguridad no se construye desde la desconfianza, sino desde la empatía y el conocimiento del entorno al que sirve. No se puede proteger a la juventud mientras se la señala como potencial amenaza. Una institución moderna debe reconocer que la generación Z tiene sus propias formas de expresión y participación política, muchas de ellas enraizadas en redes, memes y símbolos culturales que no deben ser vistos como enemigos, sino como nuevos canales de comunicación social.


Si la lucha contra el crimen busca legitimidad, debe partir de la evidencia, más no del prejuicio. Vincular a toda una generación con prácticas delictivas es renunciar a comprender la realidad y perder una oportunidad de diálogo con quienes heredarán este país. Criminalizar no es hacer seguridad, ni aquí ni en China. Criminalizar significa perpetuar la desconfianza y debilitar la autoridad moral de quienes, se supone, están llamados a proteger, no a señalar.


Redactor: Sebastian Sipión


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