La desmedida ambición de los "grandes"

La salida reciente de César Acuña y Rafael López Aliaga a sus respectivos puestos gubernamentales pone de manifiesto una práctica común en la política peruana: priorizar la ambición electoral sobre el deber institucional. Los dos líderes dejan sus trabajos aún no finalizados, la alcaldía de Lima y el Gobierno Regional de La Libertad, para comenzar una nueva carrera hacia la presidencia en 2026. Esto muestra que su compromiso con la gestión pública parece estar sometido a sus ambiciones personales.

Es legítimo cuestionar el tiempo y las razones detrás de sus decisiones, más allá del derecho que poseen a postular. La nación enfrenta una crisis de confianza en sus líderes, y estas acciones solo agravan la impresión de que numerosos políticos emplean sus cargos como plataformas electorales en lugar de lugares para prestar servicio. La ciudadanía esperaba resultados concretos en cuanto a seguridad, transporte y desarrollo de la región, pero los proyectos no han podido llevarse a cabo una vez más.

No solo los costos administrativos, sino también los morales son parte del costo de estas renuncias. Se deteriora la continuidad de las políticas locales y se transmite un mensaje riesgoso: que el poder se utiliza como escalón, no como deber. Si las personas que ocupan cargos públicos no cumplen con los mandatos que prometen, ¿de qué manera podemos esperar que generen confianza en una futura administración del país?

El país requiere líderes coherentes que puedan evidenciar con acciones su vocación de servicio. No es un error postularse; sí lo es hacerlo sin cumplir con los compromisos adquiridos. Perú no necesita más candidatos, sino líderes que honren sus promesas y entiendan que gobernar no es un ensayo para la próxima elección.

Redactora: Silvana Yaya