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LAS VACUNAS DE LA ESPERANZA



Las vacunas contra el COVID-19, elaboradas por diversos laboratorios, son la herramienta farmacológica que toda la comunidad internacional había estado esperando desde que comenzó la pandemia. Hoy, con millones de dosis distribuyéndose por el mundo, la demanda por estos productos se enfrenta a una oferta aún limitada y casi todos los estados del mundo están esforzándose por llevarlas a sus países. La razón para el apremio es obvia: si no se consigue inmunizar a un número significativo de ciudadanos, la epidemia continuará devastando vidas y economías.


Por el momento la batuta la vienen llevando los gobiernos, que negocian la adquisición de inyectables directamente con los laboratorios que los proporcionan. El jefe del Estado parece caer en la trampa con la que muchos han tropezado (o querido tropezar) en los últimos días: la idea de que si el privado obtiene vacunas lo hace solo en perjuicio de las negociaciones que lleva a cabo el propio Estado o despojando de estas a los más pobres.


Por el momento, es evidente que la capacidad que tienen los particulares para hacerse de estos productos es limitada (por no decir casi imposible), pero para suponer que una eventual comercialización significaría un escenario en el que los ricos prevalecerían sobre los pobres, antes hay que dar por derrotadas las capacidades del Estado para cumplir con las obligaciones que ya se ha planteado, y que incluyen alcanzar a todos los peruanos posibles con estos medicamentos.


Quizá lo más importante que debe sustraerse de toda esta discusión es que la política no debe entrar a tallar en un proceso de esta naturaleza, sino el hecho de que la solución al problema que nos viene golpeando hace casi un año debe alcanzar a la mayor cantidad de personas en el menor tiempo posible. La discusión no puede reducirse a visiones de izquierda o de derecha, tiene que primar el pragmatismo. Y que eventualmente se den las condiciones para que los privados adquieran, vendan o apliquen a sus trabajadores las inoculaciones no puede ser visto como algo negativo o algo que tenga que evaluarse con recelo ideológico.



Agencia de Noticias - última Hora

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