Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas, un niño llamado Lucas que siempre se sentía cansado. A pesar de dormir mucho, no tenía energía para jugar con sus amigos y, a veces, hasta le costaba concentrarse en la escuela. Un día, su abuela le dijo:
Fuente: guainfantil.com
—Lucas, creo que el problema no es cuánto duermes, sino lo que comes.
Curioso, Lucas decidió prestar atención a sus comidas. Notó que la mayoría de lo que comía eran dulces, frituras y refrescos. Apenas probaba frutas, verduras o alimentos saludables. Entonces, su abuela lo llevó a la casa de Doña María, una mujer sabia del pueblo que conocía todo sobre la nutrición.
—Tu cuerpo es como una máquina —le explicó Doña María—, y para que funcione bien, necesita el combustible adecuado. Comer muchos dulces es como ponerle a un coche el combustible equivocado: tal vez pueda arrancar, pero no llegará lejos.
Doña María le mostró a Lucas los alimentos que podían darle más energía: frutas llenas de vitaminas, como las manzanas y naranjas; verduras que fortalecían los músculos, como las espinacas; y proteínas que lo hacían sentir fuerte, como el pescado y los huevos.
Lucas siguió el consejo de Doña María y, poco a poco, empezó a sentirse diferente. Ahora tenía más energía para jugar, prestar atención en clase y, lo más importante, se sentía feliz. Su cuerpo, alimentado correctamente, ya no se sentía cansado todo el tiempo.
Desde entonces, Lucas comprendió que cuidar su alimentación era una parte fundamental para sentirse bien y disfrutar de cada día. Y así, cada vez que comía algo saludable, recordaba las palabras de Doña María:
—El verdadero secreto de la energía está en lo que le das a tu cuerpo.
Y colorín, colorado, este cuento de nutrición ha terminado.
Fuente: Nutrición básica
Redactado por: Dayanara Huamani
Comments