La música folclórica andina es una expresión cultural rica que va más allá de los sonidos y melodías; refleja un legado de espiritualidad, resistencia y celebración. Desde tiempos prehispánicos, los instrumentos como la quena, el charango y el bombo han acompañado las festividades religiosas y agrícolas en los Andes. En fiestas como la Fiesta de la Candelaria en Puno, los ritmos y danzas no solo honran a la Virgen, sino que también rinden homenaje a la Pachamama, en una muestra de sincretismo religioso y cultural.
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Este tipo de música sirve como un vínculo entre generaciones y un recordatorio constante de las raíces ancestrales. A través de los sonidos, los pueblos andinos expresan sus esperanzas, sus alegrías y también sus luchas, manteniendo viva una tradición que conecta a la comunidad con su historia y su identidad cultural. La música, entonces, no solo se escucha, sino que se vive, permitiendo a cada participante recordar de dónde viene y hacia dónde quiere ir en armonía con sus tradiciones.
La diversidad en la música folclórica andina se refleja en la variedad de estilos y significados en cada región. En el Altiplano, por ejemplo, se encuentran los sonidos profundos y ceremoniales de los sikuris, interpretados en grandes conjuntos de zampoñas que evocan la conexión con el viento y las montañas. En cambio, en la sierra central, los huaynos y mulizas tienen un tono más alegre y festivo, utilizado para celebrar las cosechas y los momentos de encuentro comunitario. Cada estilo musical representa una respuesta a las realidades climáticas, geográficas y culturales de las zonas andinas, en un diálogo continuo con la naturaleza.
A través del tiempo, esta música también ha asumido un rol de resistencia cultural. En los siglos pasados, cuando la cultura andina enfrentó la colonización y la imposición de otras creencias, las comunidades preservaron sus costumbres y su identidad a través de la música y las danzas. Hoy en día, aunque los géneros modernos han tenido su influencia, la música folclórica sigue viva y vigente en las celebraciones, especialmente en los pueblos más tradicionales. De esta manera, la música andina se convierte en un símbolo de identidad y resistencia que atraviesa el tiempo, recordando a las nuevas generaciones el valor de sus raíces y el poder de la comunidad.
Elaborado por: Dayanara Huamani
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