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¿NUEVA CONSTITUCIÓN O POPULISMO DISFRAZADO? EL DEBATE QUE DIVIDE AL PERÚ

  • Foto del escritor: agencia ultimahora
    agencia ultimahora
  • hace 2 días
  • 2 Min. de lectura

Pocas palabras generan tanto ruido político hoy en el Perú como "nueva Constitución".  Para algunos, representa una esperanza de refundación nacional, justicia social y verdadera representación del pueblo. Para otros, no es más que una peligrosa puerta hacia el populismo, el autoritarismo y la inestabilidad institucional. La propuesta de cambiar la Constitución de 1993 - herencia directa del régimen de Alberto Fujimori, ha dejado de ser un tema exclusivo de la izquierda para instalarse con fuerza en el debate público. ¿Es hora de rehacer las reglas del juego o es solo un pretexto político para captar el poder?

 

Los defensores del cambio constitucional argumentan que la actual Carta Magna privilegia el modelo económico neoliberal, limita la intervención del Estado y ha facilitado la concentración del poder económico en pocos grupos. Señalan, además, que fue elaborada bajo un régimen autoritario y nunca fue sometida a un proceso constituyente democrático. Plantean una Asamblea Constituyente como mecanismo legítimo para devolverle al pueblo el poder de decidir el rumbo del país.

 

Sus detractores, sin embargo, ven una amenaza velada. Temen que el llamado a una nueva Constitución oculte intenciones autoritarias, como lo vivido en otros países de la región. Argumentan que lo que se necesita no es una nueva Constitución, sino cumplir la actual y reformar lo que sea necesario sin echar por tierra todo el marco institucional.

 

Dicen, con razón, que el problema de fondo no está en las normas, sino en quienes las aplican. La pregunta incómoda es: ¿quién tendría el poder de redactar esta nueva constitución? ¿Realmente representaría a la ciudadanía o sería un instrumento de revancha política? Y por otro lado, ¿no es acaso antidemocrático aferrarse indefinidamente a una constitución impuesta sin amplio consenso social? El Perú enfrenta una encrucijada histórica. Discutir una nueva Constitución no debería ser un tabú, pero tampoco una bandera fácil para manipular emociones. Más que el texto legal, lo que define el rumbo de una nación es la madurez cívica de sus instituciones y de su clase política. Y eso, lamentablemente, aún está en deuda.


Redactado por:

Thalia Castillo

 
 
 

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